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Cómo promover el precio al carbono

How to make carbon pricing more popular

Cómo promover el precio al carbono

Escrito por Jonathan Marshall, Coordinador de Investigación Económica

Se podría pensar que los partidarios de una política climática respaldada por más de 3.600 economistas estadounidenses, el Secretario General de la ONU, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, por nombrar solo algunos, estarían encantados. En cambio, muchos partidarios del precio al carbono están a la defensiva frente a los escépticos que afirman que nunca podría funcionar en Estados Unidos. 

“La política climática centrada en los impuestos no tiene futuro”, declaró el columnista del New York Times, Paul Krugman, en 2022. “Puede que sea la política económica óptima para reducir la contaminación por carbono, pero como pieza central de las reformas climáticas, ha demostrado ser un desastre político”, afirmaban dos politólogos en 2020. Este punto de vista se ha convertido también en una opinión popular entre muchos periodistas. También ayuda a explicar por qué los arquitectos de la propuesta original Build Back Better no incluyeron el precio al carbono.

Los escépticos parecen tener razón. Los nuevos impuestos no suelen ser populares, sobre todo cuando sus partidarios solo pueden prometer beneficios inciertos en el futuro. El fracaso del proyecto de ley Waxman-Markey en el Senado de Estados Unidos en 2009, el fracaso de las iniciativas electorales en el estado de Washington en 2016 y 2018, y las protestas de los “Chalecos Amarillos” contra el aumento de los impuestos sobre el combustible en Francia en 2018 han hecho retroceder el movimiento mundial a favor del precio al carbono.

Pero tildar como “desesperada” la causa del precio al carbono parece prematuro cuando una cifra récord de 68 programas de este tipo cubrió el 23% de todas las emisiones mundiales en 2022, según el último informe del Banco Mundial. A principios de 2023, el estado de Washington se recuperó de sus retrocesos previos y empezó a aplicar un nuevo sistema de precios al carbono de “cap-and-invest” (limite e inversión de bonos de carbono) para ayudar a reducir drásticamente las emisiones. No olvidemos, además, que un impuesto creciente al carbono estuvo, supuestamente, a un voto de ser incluido en el proyecto de ley de reconciliación presupuestaria conocido posteriormente como Ley de Reducción a la Inflación de 2022.

Estudios sobre la postura de los ciudadanos ante la política climática

Aunque valga la pena fijar un precio al carbono y la experiencia demuestre que es posible, ¿cómo podemos aumentar las probabilidades de aplicarlo? Muchos estudios realizados por politólogos, economistas y otros científicos del comportamiento arrojan datos sobre esta cuestión, aunque han recibido poca atención en los principales medios de comunicación o en los análisis políticos. Sin embargo, en conjunto, proporcionan señales claras sobre cómo hacer que el precio al carbono sea políticamente viable.

La idea central de esta literatura es que “el precio al carbono” adopta muchas formas diferentes con grados igualmente diversos de apoyo popular. Encontrar la fórmula política adecuada para responder a las preocupaciones de los votantes sin sacrificar la eficacia es la clave, y es factible.

Obstáculos políticos del precio al carbono

¿Qué es lo que hace que el precio al carbono sea tan difícil de vender, además de la aversión general de los votantes a pagar costes más altos por el combustible, las facturas de servicios públicos y similares? Estos son los principales problemas identificados por los encuestadores:

Percepción de injusticia. A muchos ciudadanos les preocupa la equidad del precio al carbono, tanto para su bolsillo como para el de los menos afortunados. Esa preocupación fue uno de los principales motivos de la revuelta francesa de 2018 contra la subida de los impuestos sobre el combustible, desencadenada en parte por la cancelación simultánea por el Gobierno de un impuesto sobre el patrimonio.

Confianza pública. Una y otra vez, los estudios demuestran que un obstáculo clave es la falta de confianza de los ciudadanos. Mucha gente cree que los políticos se quedarán con los ingresos de un impuesto al carbono y los despilfarrarán en lugar de hacer algo por mejorar el medio ambiente.

Eficacia climática. Estrechamente relacionado con el problema de la confianza está el desconocimiento público sobre la eficacia climática del precio al carbono. El poder de un impuesto sobre el carbono no procede principalmente de los ingresos que recauda, sino de los incentivos de precios que crea para que todos los consumidores y productores adquieran y suministren bienes y servicios con menos carbono. Al no entender esta noción, mucha gente sospecha que los impuestos sobre el carbono son solo una excusa para recaudar más dinero. 

Cómo fomentar la popularidad del precio al carbono

Afortunadamente, gran parte de la literatura reciente sobre las posturas públicas hacia la política climática explora formas de aumentar el apoyo popular del precio al carbono. La conclusión más importante es que la forma en la que se gastan los ingresos al carbono marca una gran diferencia:

  1. La desconfianza pública en el mal uso de los ingresos por parte de los gobiernos puede aliviarse destinando los ingresos, ya sea devolviéndolos como “dividendos” (también denominado “Renta Climática”) a los individuos o gastándolos en programas medioambientales y climáticos.
  2. La preocupación pública por el impacto injusto del precio al carbono en las personas con menos recursos también puede aliviarse destinando los ingresos a los hogares con bajos ingresos o a repartir la renta climática que tenga un impacto progresivo en este tipo de hogares.
  3. Combinar una política de una renta climática con la educación pública para subsanar la ignorancia del público sobre sus efectos medioambientales y para sus bolsillos es una estrategia ganadora. Incluso unos minutos de explicación pueden aumentar sustancialmente el apoyo público. Según un estudio reciente, proporcionar a la gente estimaciones básicas del coste y los dividendos de una renta climática de 50 dólares aumentó el apoyo de los estadounidenses encuestados del 58% al 70%. Otro estudio de más de 40,000 personas en 20 países demostró que la exposición a un video de cinco minutos sobre la renta climática aumentó el apoyo a la política en casi diez puntos porcentuales.

Otros datos de interés para los activistas climáticos

  1. La terminología y el lenguaje realmente importan. La gente responde más positivamente al concepto de “tarifa ” o “contribución climática” que al de “impuesto” al carbono. Hay que tener en cuenta, por supuesto, que los opositores se esforzarán por imponer sus propias etiquetas y enfoques más negativos.
  2. Una forma de superar la reticencia del público a aceptar nuevos impuestos es comenzar con un precio al carbono bajo y luego aumentarlo con el paso del tiempo. Como observó un estudio de 2018, “un aumento lento, o incluso un período de prueba, ofrece a los individuos la oportunidad de evaluar los costes y beneficios del impuesto. Los impuestos pueden incrementarse progresivamente hasta que alcancen el nivel necesario para cumplir el objetivo medioambiental”.
  3. Los gobiernos que presentan programas en sus primeras fases deben asegurarse de que los beneficios sean muy evidentes. Como se quejaba un columnista canadiense sobre la política de renta climática de su propio país, “las mejores ideas del mundo pueden fracasar si no se venden adecuadamente. . . Todos los avales académicos del mundo no significan nada si los votantes no entienden por qué se hace algo y cómo les beneficia personalmente”. Se refería a la práctica de conceder reembolsos en forma de transferencias bancarias o créditos fiscales relativamente invisibles, en lugar de los famosos cheques de beneficios.
  4. Los políticos deben considerar con empatía las circunstancias económicas de los ciudadanos. “Los gobiernos deben gestionar cuidadosamente la transición a precios de carbono más altos, en particular cuando los impuestos interactúan con los precios volátiles de los productos básicos”, escribió Adair Turner, ex presidente de la Autoridad de Servicios Financieros del Reino Unido, poco después del aumento de las protestas de los Chalecos Amarillos de Francia en 2018. “Los aumentos previstos deben ser graduales y declararse con mucha antelación, y deben retrasarse cuando los precios del petróleo y, por lo tanto, los costes del combustible antes de impuestos están aumentando bruscamente.” Sus palabras eran ciertamente pertinentes en el entorno político de 2022, cuando las persistentes y dolorosas subidas de los precios de la energía siguieron a la invasión rusa de Ucrania.

No se trata de ideas revolucionarias. De hecho, muchas de ellas se han incorporado a propuestas de rentas climáticas como el proyecto de Ley de Innovación Energética y Dividendos de Carbono, que obtuvo 95 votos en el Congreso 117º. Aun así, es tan útil y tranquilizador ver cuáles de nuestras intuiciones están respaldadas por una investigación minuciosa como ver cuáles están fuera de lugar. Los defensores del precio al carbono que deseen profundizar en la bibliografía, pueden consultar la nueva y detallada guía de investigación de CCL, “Fomentar el apoyo del precio al carbono”(“Building Support for Carbon Pricing”).

 


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